Mostrando entradas con la etiqueta General. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta General. Mostrar todas las entradas

miércoles, 28 de enero de 2009

De una Cierta Tristeza.

Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.
El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.
Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.
Llena, pues, de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.

Federico García Lorca
.

Hay días en los que sientes cierta tristeza, un vacío existencial que invade tu cuerpo aprisionando tu alma. Y te sientes esclavo de ti mismo, sujeto al suelo por pesadas cadenas, náufrago absoluto de tu propia vida. Una niebla densa se propaga por tu mente, amargura condensada que se derrama invisible por tus pensamientos, y oyes los ecos de tu corazón que agoniza al compás de un tiempo dilatado, ralentizado minuto que lo engulle todo y que te deja a oscuras, en la negra soledad de la desesperanza.
Una cierta tristeza. Una pequeña muerte. El trís del corazón que se rompe. La aguja que cae. El minutero que se para. El instante. La caída de tu alma suspendida en el abismo. La herida y el alfiler. La nota sostenida. El limbo virtual que empaña tus sentidos. Y la soledad. La soledad que te mata, que te muerde, que tira de ti y te espolea, que te cansa y que te arrastra y a la que vences cada día, a cada hora, a cada instante. La que espera paciente en las horas tristes delante de tu puerta en ruinas, de tu mundo a pedazos, dispuesta a comerte el corazón. Extraña familiaridad que acompaña a la tristeza y que deposita sobre tus hombros todas las miserias de este mundo.
Pero todo es una ilusión, un desvarío, una bajada a los infiernos para comprender que la vida es mutable, que no hay que dar nada por cierto, que todo cambia y se transforma, que vivir, a veces, es morir por dentro y que la felicidad es solo una sombra que vamos persiguiendo.

jueves, 22 de enero de 2009

De las Casualidades.

Voltaire dijo:
"Las casualidades no son sino la causa ignorada
de un efecto desconocido".
Con esta frase pretendía desmitificar el lado mágico que otorgamos a las casualidades, reduciéndolas a simples hechos que no conocemos. Pero he ahí el misterio, la maravilla, pues la atracción a lo desconocido es irresistible.
Las casualidades nos fascinan, nos extrañan, activan una parte de nuestro cerebro que nos hace estar alerta e incluso nos llevan a hacer elucubraciones sobre el significado de tan extraordinaria duplicidad de acontecimientos.
¿Qué tienen las casualidades para generar semejantes razonamientos en nuestro cerebro? ¿Por qué despiertan nuestros instintos? ¿Son sólo hechos irrelevantes o pueden marcar un punto de inflexión en nuestras vidas? ¿marcan las coincidencias nuestro rumbo?
Las casualidades, sin embargo, tienen un gran peso en nuestra socialización. Nos dejamos arrastrar por ellas sintiéndonos atraídos por aquellas personas que coinciden con nosotros, estableciendo compatibilidades que aumentan a medida que crece el número de coincidencias en la relación. Buscamos la duplicación en todas sus formas y en nuestras relaciones interpersonales tendemos a establecer afinidades según nuestras semejanzas.
Las casualidades despiertan pues, en nosotros, un sentimiento especial que nos pone en guardia, haciéndonos pensar que un acontecimiento insólito, casi mágico, podría estar a punto de entrar en nuestras vidas.
¿Pueden las casualidades modificar nuestros sentimientos? ¿Pueden acercarnos al otro? ¿Pueden hacernos sentir que la persona con la que tanto coincidimos es la que hemos estado buscando toda la vida?
Las casualidades son entonces maravillosas, pues nos incitan a la curiosidad, al interés, empujándonos a descubrir aspectos de los demás que no solemos preguntar, y ante el asombro de la coincidencia solo nos queda rendirnos a la evidencia de que otros también transitan por nuestro camino. Es entonces cuando vemos una señal, un indicio de que podemos vernos reflejados en los ojos del otro, sentirnos comprendidos y discernir que por suerte no estamos solos, que no somos tan extraños y que corre alguien más por este mundo que comparte nuestro destino.

sábado, 10 de enero de 2009

Del Aprendizaje y sus defectos.

Para poder aprender, lo fundamental, aunque así lo parezca, no son las ganas de adquirir nuevos conocimientos, pues a pesar de que sin ellas no comenzaríamos nada, tampoco nos aseguran que el tenerlas vaya a garantizar el aprendizaje.
Lo importante a la hora de aprender es tener una mente abierta ante los nuevos conocimientos. Abandonar los prejuicios no es tarea fácil, pero para aprender hay que estar dispuesto a asumir que puede que nos rompan los esquemas o revolucionen nuestro mundo.
El ser humano en general aborrece el cambio. De naturaleza conservador necesita unos valores a los que aferrarse que permanezcan inmutables en el tiempo. Esto aún se hace más patente con razonamientos cognitivos, pues nos anclamos a estructuras de pensamiento obsoletas con tal de no ver nuestro mundo de ideas expuesto a modificaciones que lo reinventen. Refiriéndose a esta invariabilidad James Harvey Robinson dijo con mucho acierto: "la mayor parte de lo que llamamos razonamiento consiste en encontrar argumentos para seguir creyendo lo que ya creemos".
Por eso, cuando nos enfrentamos ante un conocimiento nuevo lo hacemos mayoritariamente de una manera errónea, pues llevamos con nosotros prejuicios, ideas preconcebidas, expectativas y falsas creencias que obstaculizan, impiden, cohartan o distorsionan el aprendizaje objetivo.
Las ganas de aprender, por lo tanto, ya que han sido generadas por nuestras expectativas, igual que pueden ser el impulso que promueva y posibilite la acción, starter ocasional, también influyen, como pensamiento subjetivo que son, a contaminar los nuevos conocimientos.
Aprender objetivamente, interiorizar conocimientos sin alterarlos es prácticamente una utopía. Aun así, el tener una mente abierta, minimizar los prejuicios, estar dispuesto a abandonar viejas premisas, construir y reconstruir los pensamientos incansablemente y diversificar los temas a aprender con el fin de obtener un saber general libre de contradicciones o vacíos cognitivos es la mejor forma de obtener conocimientos.

domingo, 21 de diciembre de 2008

De las Incongruencias

En nuestras relaciones con los demás tendemos a hacer dos valoraciones primordiales y simultáneas: una general en la que establecemos quién es esa persona, qué es, que relevancia tiene para nosotros y que podemos esperar de ella. Paralelamente hacemos un análisis menor, en detalle, de lo que piensa, dice, actúa y siente.
Así pues, la valoración general, la idea que tenemos del otro, se irá modificando y estructurándose paulatinamente gracias a este segundo análisis, minucioso y en ocasiones inconsciente. A medida que avanzamos en la relación añadimos algunos datos, borramos otros, incrementamos la información, evolucionando y revolucionando sin descanso. En fin, encajando piezas.
Pero, ¿qué pasa cuando encontramos incongruencias? ¿Qué pasa cuando la actuación del otro, o incluso el discurso, presenta facetas inexplicables? ¿Qué ocurre cuando hay algunas piezas del puzzle que no encajan? ¿Qué hacemos cuando lo inexplicable es precisamente eso, inexplicable?
Porque, ¿cómo abordar lo que es una intuición, un dato descolocado, un vacío en la información que el otro nos proporciona, una brecha en nuestra comprensión?
¿Somos nosotros los que hemos hecho una mala inferencia de la situación, un razonamiento equivocado que nos ha llevado inevitablemente a la incongruencia o es el otro el que ha ocultado información o ha engañado nuestros sentidos?
Nos encontramos ante un dilema que acabará previsiblemente en una mala conclusión: o somos nosotros los equivocados o nos han engañado. En este último caso, además, deberemos tener en cuenta que en realidad ni la mentira es relevante ni el hecho grandilocuente y que tendemos a dramatizar de que nos mientan es trascendental, sino que lo que verdaderamente es significativo es el motivo de la mentira.
Se rompen, en cualquier caso, los diques de la confianza, de la amistad, del amor. Se cierran las compuertas de la sociabilidad, se prepara la artillería y con las defensas alzadas y el corazón en un puño nos sentamos a pensar una estrategia. Los más valientes se acorazan pertrechados tras el muro de la distancia, a caballo entre la desconfianza y la voluntad de recobrar lo perdido. Los cobardes abandonan.
Yo me niego a abandonar, a dejar el puzzle inacabado. Me niego a conformarme con no entender, a vivir en la ignorancia, porque toda incongruencia tiene un trasfondo, toda mentira un motivo, una historia, y ese hecho forma parte también de la otra persona. Una pieza más del rompecabezas que podemos incluir en la imagen que tenemos del otro y que nos impulsa a resolver el enigma, aunque esto nos lleve a derramar las lágrimas más amargas que existen: las de la traición.

jueves, 6 de noviembre de 2008

De los Libros de Autoayuda.

Hoy en día la producción de libros catalogados como de autoayuda es impresionante, hay miles de ellos y de los más diversos temas y en cambio, a pesar de la ingente cantidad de material escrito, no tienen nada de novedoso. Todos estos libros de autoayuda repiten hasta la saciedad las cuatro frases manidas que, de pura lógica, pueden llegar a considerarse como fascinantes por su simplicidad y accesibilidad. Pero, en realidad, ¿ayudan los libros de autoayuda?.
Teniendo en cuenta que estos libros están escritos para un público universal, cómo se supone que van a ayudarle a uno, a un individuo en particular. El autor no nos conoce, no sabe en profundidad de qué adolecemos, no conoce la gravedad o particularidad de nuestro problema ni sabe nada de nuestra idiosincrasia, entonces...¿cómo presupone que nos será válida una solución general? ¿cómo puede llamar remedio a un método que en realidad no está adaptado al problema en cuestión puesto que lo desconoce en toda su extensión?; ¿Nos tenemos que conformar con esa solución general como si todos fuéramos ovejas idénticas, previsibles hasta el aburrimiento, robots del comportamiento?
Aceptando esta clase de textos estamos aceptando que somos como los demás y para más inri absurdamente idénticos a los otros, una masa indivisible etiquetada bajo un mismo cliché, partículas extraviadas de un mismo átomo. Y lo que es peor, que nuestro comportamiento al ser predecible, rígido y previsible no responde a nuestra voluntad individual en primer término sino a nuestra conciencia común y social, amén de que la moldeación de nuestra conducta es a la par terriblemente sencilla puesto que no nos pertenece libremente.
Dar por hecho que las variables que nos rigen son las mismas para todos implica que controlar al ser humano requiere, por lo tanto, el mismo esfuerzo que cortar mantequilla con un cuchillo, sólo hay que aprender a calentarlo.
Si valoramos nuestra individualidad, nuestro derecho (merecido o no) a ser ejemplares únicos producto de la variabilidad genética, con diferencias suficientes para distinguirnos del resto, no deberíamos aceptar como buenos dictámenes generales que intentan forzar nuestra conducta hacia un ideal utópico, general, costumbrista y discriminatorio.
Nos pasamos media vida intentando deshacernos de las cadenas esclavizantes de los demás para poder realizarnos como individuos intentando estructurar un criterio propio de pensamiento y conducta, entonces, ¿por qué aceptamos como válidos textos que nos dan una pauta de comportamiento que ni siquiera ha sido diseñada para nosotros?.

¡¡¡¿Qué diablos saben los libros de autoayuda sobre nosotros?!!!

viernes, 24 de octubre de 2008

Del frío y crudo Invierno.

Ya ha llegado el frío y nos ha pillado a todos desprevenidos, con la guardia baja y la idea preconcebida de que el invierno no iba a llegar nunca, haciéndose de rogar, hasta hacernos pensar que este otoño no existía y que el verano podía perdurar para siempre. Y ahora llega este frío, tardío y traicionero, desperezándose en la madrugada, avanzando perezosamente hasta mediodía, haciéndonos sentir en los huesos, malacostumbrados a los cálidos rayos de agosto, su frío aliento.
Vienen tiempos de cambio, de vientos revolviendo nuestros cabellos, de nieve cayendo en nuestra nariz y de lluvia en los cristales. Vuelven los guantes, los gorros y bufandas, el crujir de las hojas secas bajo nuestros pies, el batallar con los abrigos, con las miles de capas superpuestas cada vez que entramos en un local, los paraguas húmedos, la calefacción que no calienta después de estar tanto tiempo de vacaciones, el escalofrío del instante en que te levantas de la cama, el azote cortante en tu cara en el momento en que pones el pie en la calle, y el viento helado que se cuela por tu espalda mientras esperas el autobús.
Todo eso es lo que nos tiene preparado el espíritu del invierno, gélido como el cristal, que ya empieza a extender inexorablemente su manto níveo por las zonas más altas y envía sus caballos blancos de hielo a cabalgar sobre vendavales. Pero aunque el viejo invierno parezca violento y hostil, en realidad no es tan malévolo e implacable como parece porque trae entre sus legiones un carro lleno de pequeños regalos: caldeadas tardes saboreando un café, tazas calientes entre las manos, el suave y cálido roce de una bufanda en la cara, el repiqueteo de la lluvia en el cristal de tu ventana, el sedoso tacto de la nieve, las luces con sabor a navidad y la sublime sensación que recorre tu cuerpo al paladear un chocolate caliente mientras te cobijas bajo una manta en buena compañía y te apretujas contra ella con el deseo de apresar su esencia y su calor.
Si, vuelve el invierno con toda su crueldad, una vez más, para hacernos recordar que el mundo es crudo y hostil y la vida una dura batalla, una guerra fría en la que sobrevivir pero en la que siempre podemos encontrar trincheras donde descansar y son esos momentos de paz, esas pequeñas cosas insignificantes que nos hacen inmensamente felices las que hemos de valorar y sostener en la palma de la mano porque ellas serán...nuestras luces en la oscuridad.

jueves, 16 de octubre de 2008

De la Inteligencia y sus efectos.

¿Es la inteligencia un potencial que nos ha ofrecido la evolución para ejercer la supremacía o en realidad es un mecanismo de compensación por nuestra evidente debilidad?
En la historia encontramos ejemplos de personajes geniales, de tremenda inteligencia pero que en su mayoría adolecen de graves carencias emocionales, afectivas o psicológicas, a menudo rodeados de extrañas anécdotas donde hacen gala de un carácter, cuando menos, peculiar.
Siempre pensamos que esas extravagancias, esas personalidades atípicas son resultado de su extrema inteligencia, que es su fabuloso mundo interior el que provoca que vean, sientan y se conduzcan en el mundo de manera singular. Pero, ¿y si fuera al revés? ¿y si esos niños hubieran nacido con una tara, con una carencia mental, una terrible deficiencia a la hora de procesar la realidad que pusiera en peligro su supervivencia, y se les hubiera dotado, en compensación, con una inteligencia superior para que así fueran paliados los efectos de tan tremendo error genético?
Grandes genios de la historia han sido etiquetados de locos y se les ha conocido tanto por sus obras como por sus excentricidades y aunque de ellos se nos haya mostrado una faceta de endiablada genialidad, seres que merecen ser inmortales, exquisitamente inteligentes e interesantes, criaturas excepcionales y atrayentes, si indagamos en su trayectoria personal nos encontramos con almas torturadas, mentes débiles con grandes carencias afectivas, hipersensibles y extremadamente susceptibles. Pequeños niños desamparados con cuerpo de hombre y mente de genio. Atrapados en el terrible horror que es saber con certeza lo que realmente somos.
Deberíamos comprender entonces, que todo carece de relevancia, que no hay planos superiores e inferiores. Intentamos siempre milimetrar las situaciones, evaluar la posición en la que nos encontramos realizando comparaciones: somos mejores que, más que, superiores a...Baremamos todo lo que nos rodea con herramientas erróneas porque si ni siquiera podemos evaluar la inteligencia como una característica positiva per se, si lo que nos hace animales "superiores" es fruto del azar o de un burdo mecanismo compensatorio que evita momentáneamente nuestra extinción, si nuestros pensamientos por muy grandiosos que sean no nos hacen especiales y nuestros avances no nos hacen avanzar, ¿no somos todos entonces seres débiles, animales que tienen como gran defecto la irremediable cualidad de poder pensarse a sí mismos y ser conscientes de lo insoportablemente atrapados que estamos?.
La inteligencia se convierte así en la luz que se vierte sobre la realidad e ilumina los contornos de lo que somos, como un gran zoom objetivo que fija y refleja nuestros defectos y limitaciones.
El poder ver el mundo con demasiada claridad, con inteligente comprensión puede comportar una visión excesivamente negativa, desnaturalizada y terrible, que provoca que nos sintamos increíblemente solos y vacíos y nos preguntemos si realmente es una bendición ser animales inteligentes, porque...¿quién desea, aún con ojos de genio, ver el abismo?.

sábado, 11 de octubre de 2008

De perseguir los sueños

Si tu sueño es hermoso, dale forma,
como esculpe el arroyo la ribera
como el viento que vive y se transforma
y para que todo resulte a tu manera,
redacta para ti mismo tu norma
y convierte tu otoño en primavera.

E. Malinowsky

Todos tenemos sueños, sueños que forjamos en nuestro corazón con la ilusión de un mañana mejor donde sentirnos protagonistas absolutos de nuestro propio mundo, porque alcanzar un sueño es tener en tus manos las riendas de tu vida y poder decir ¡Ahora sí, ahora lo he conseguido!.
Si, todos anhelamos esa sensación de triunfo, de optimismo, de liberación, el alivio del pellizco en el corazón, pero aun así no todos nos atrevemos a poner en marcha nuestros sueños.
Tenemos miedo, un miedo atroz a todo y a nada, a merced de un ente invisible que nos encadena a lo cotidiano, al día a día carente de significado y vacío de expectativas.
Tenemos miedo, un miedo indefinido y absurdo, paralizador, que nos estanca y que volatiliza nuestros sueños dejando sólo la estela de deseos insatisfechos y fútiles, un recuerdo que se yergue en nuestra mente como una bandera, como un madero en el océano al que asirnos en la soledad de la desesperación.
Hay algunos, afortunados ellos, que rompen sus limitaciones y vencen ese miedo, se lanzan a la vida con el fin único de alcanzar sus metas, construir sus castillos en el aire y ser dueños de su propio destino. Todos queremos ser como ellos, triunfadores satisfechos poseedores de virtudes inaccesibles, soberanos de si mismos, de vuelta de todo, con la seguridad del que ya ha llegado y puede volver a llegar.
Pero el camino a recorrer para alcanzar nuestros sueños no es fácil, en realidad es un erial lleno de espinas punzantes y dolorosas, un viaje lleno de decepciones y de incertidumbres. Pero nada de esto es insalvable salvo una cosa: nosotros mismos. Porque nosotros somos el auténtico enemigo de esos sueños, nuestras vidas parecen cómodas tal y como están, nuestras posesiones suficientes y nuestra infelicidad soportable.
¡Qué fácil es soñar! y ¡qué difícil poner en práctica nuestros sueños! ya que siempre parecemos estar ligados a cientos de compromisos, actos y actitudes que atentan contra nuestra libertad primigenia y en los cuales suele siempre haber un componente importante de absurda irrelevancia.
La mayoría de nosotros, pues, está encadenada a pesadas rocas (esas que todos fingimos saber llevar con estoicismo y orgullo) y no parece haber manera humana de librarse de ellas sin hacer saltar todas las alarmas de nuestra mente creando una imagen fija de cientos de cerrojos que cierran todas nuestras puertas (oh, miedo, instalado como un virus en nuestro cerebro).
Pero siempre llega un día, tarde o temprano, que te levantas por la mañana, te miras al espejo y no reconoces lo que ves, no sabes quién es ése que te mira con la mirada vacía, ni porqué tiene esa cara de acabado, de carcomido por la vida, y entonces te das cuenta de que esa máscara impávida es la tuya, que ese ser anodino eres tú, que te has hecho mayor, estás más viejo y más cansado y te preguntas donde está el adolescente que se iba a comer el mundo, lleno de ideas magistrales y sueños de triunfo.
Y en ese momento, justo en ese, te maldices a ti mismo por tu mediocridad y mientras examinas las bolsas que se forman bajo tus ojos, rezas para que no sea demasiado tarde y puedas volver a andar por el camino de baldosas amarillas.

Soñamos días de mañana que nunca llegan
Soñamos una gloria que no deseamos
Soñamos un nuevo día cuando ese día ya ha llegado
Soñamos con una sabiduría que evitamos cada día.
Llamamos con nuestras plegarias a un Salvador
cuando la salvación está en nuestras manos.
Y sin embargo dormimos
Y sin embargo rezamos
Y sin embargo tenemos miedo.

N. H. Kleinbaum
(Deat Poets Society)

lunes, 29 de septiembre de 2008

De cómo nos influyen los demás

"Despertar en la otra persona un intenso deseo. Quien puede hacerlo tiene el mundo entero consigo. Quien no puede, marcha solo por el camino"


Hoy me gustaría hablar de un libro que leí tiempo atrás y que siempre he recordado con cariño porque supone un compendio de sabiduría sobre la influencia y la manera de tratar a los demás. Se trata de "Cómo ganar amigos e influir sobre las personas" de Dale Carnegie. Muchas personas opinarán que es un libro de autoayuda más, la típica psicología barata, obsoleta y estulta. Puede que no les falte razón, pues esta obra tiene más de treinta años y si lo leemos con atención, observaremos que ninguna de las estrategias ni ninguno de los postulados nos es desconocido. Todo el mundo sabe que una sonrisa puede abrirnos muchas puertas, que los humanos somos sensibles a la adulación y que nuestro nombre nos parece el sonido más dulce e importante. Es obvio, es sencillo y evidente, y aún así muchas veces olvidamos cómo comportarnos con los demás.
Este libro propone relacionarse desde el respeto y el interés genuino por el otro, algo que siempre parecemos despreciar cuando interaccionamos, entendiendo además que la influencia que se suscite en el proceso sea en bien de los intereses de ambas partes. Esta última idea puede parecer muy ingenua, dados los tiempos que corren, pues entraríamos a valorar la forma en que estos intereses se manifiestan, su magnitud, el perjuicio que ocasionan e incluso el conflicto que pueden generar, aún así, subyace la idea de que la convivencia entre intereses es factible, que depende por entero de las estrategias que escojamos y de lo que estemos dispuestos a dar al otro.
Uno de los capítulos que me parece más significativo es el dedicado a las discusiones, donde el autor establece que es imposible ganar una discusión, incluso a pesar de que el razonamiento que esgrimamos esté basado en algún método infalible y demostrable, ya que una discusión si se pierde, está perdida, pero si se gana también se pierde. ¿Por qué? porque el romper los argumentos del otro provoca un sentimiento de inferioridad en algún grado, heriremos su orgullo y nos dará la razón contra su voluntad. "Un hombre convencido contra su voluntad sigue siendo de la misma razón". Es un triunfo vacío, carente de significado.
El autor ejemplariza el texto con el siguiente epitafio:

"Yacen aquí los despojos de un pobre viajero.
Murió defendiendo su derecho de paso:
Razón le sobraba, estaba en lo cierto.
Más tan muerto está como si hubiera errado.

El libro propone que las diferencias de opinión solo se vencen gracias al tacto, la diplomacia, la conciliación y un sincero deseo de apreciar el punto de vista de los demás, teniendo en cuenta además que lo que llamamos razonamiento consiste siempre en encontrar argumentos para seguir creyendo lo que ya creemos.

Como he dicho, el autor no nos descubre nada nuevo, nada que no podamos dilucidar por nosotros mismos, pero siempre he sido de la opinión que nunca nos viene mal reevaluar todas nuestras formas de conducta, para descubrir en qué nos estamos equivocando, averiguar por qué a veces nuestra vida cotidiana se vuelve tan complicada, por qué las piezas no encajan y el mundo no nos comprende.

jueves, 18 de septiembre de 2008

De cómo nos influye lo que leemos.


En anteriores posts he hecho hincapié en la influencia que tiene la palabra (oral y escrita) en nosotros, y el papel fundamental que tiene para suscitar emociones.
A priori, podríamos postular que en la transmisión oral este efecto podría acontencer con mayor intensidad, debido a que en la oralidad el mensaje se ve influenciado por el emisor al potenciar las emociones suscitadas, la función comunicativa tiene una dirección mucho más definida (esto es, nosotros, yo, a mi), es inmediata y no requiere ningún medio específico para desarrollarse. Entonces, ¿por qué algunas lecturas nos provocan mayores emociones que muchas conversaciones, haciéndonos experimentar sentimientos insospechados, revelándonos, incluso, facetas de nuestro carácter que desconocíamos?

¿Puede un libro cambiarnos la vida?

Aquellos escépticos que duden que un texto pueda suscitarle emociones inesperadas, porque no hayan tenido nunca el placer de experimentarlo, sugiero que lean la siguiente poesía. Es una poesía poco convencional,no habla del amor romántico, ni de qué bellos son los pájaros, no compara la caída de una hoja con el fru-fru de la falda de una mujer, ni añora tierras nostálgicas de la niñez en la hora próxima a la muerte. No. No hay nada de hermoso ni de poético en ella, pero ejemplifica muy bien como funcionan los engranajes de un corazón oscuro, pues el mundo no se compone sólo de buenos sentimientos, sino que está repleto de malas intenciones.
Nos ofrece una visión en la que el ser humano, lleno de defectos, es destructivo para los otros de una manera irremediable, mostrándonos ese fondo negro y sucio que somos en una sucesión de miserias en las que el autor se recrea con la alegría de un chiquillo.
Puede que después de leerla les disguste, les horrorice, quizás incluso...la odien...pero puede (si, puede) que a lo mejor les interese. Espero, en todo caso, que no les deje indiferentes.

Juan Rico y Amat escribió esto (aunque también se le atribuyó su autoría a Espronceda) hace dos siglos...no parece que el mundo haya cambiado mucho...aunque eso sí, puede que ahora revistamos mejor nuestros instintos con una artificiosa capa de civilización.
.
.
La Desesperación
.
Me gusta ver el cielo
con negros nubarrones
y oír los aquilones
horrísonos bramar;
me gusta ver la noche
sin luna y sin estrellas,
y sólo las centellas,
la tierra iluminar.

Me agrada un cementerio
de muertos bien relleno,
manando sangre y cieno
que impida el respirar,
y allí un sepultero
de tétrica mirada
con mano despiadada
los cráneos machacar.

Me alegra ver la bomba
caer mansa del cielo,
e inmóvil en el suelo
sin mecha al parecer,
y luego embravecida
que estalla y que se agita
y rayos mil vomita
y muertos por doquier.

Que el trueno me despierte
con su ronco estampido,
y al mundo adormecido
le haga estremecer;
que rayos cada instante
caigan sobre él sin cuento,
que se hunda el firmamento,
me agrada mucho ver.

La llama de un incendio
que corra devorando
y muertos apilando
quisiera yo encender;
tostarse allí un anciano,
volverse todo tea,
oír como vocea,
¡Qué gusto!, ¡qué placer!

Me gusta una campiña
de nieve tapizada,
de flores despojada,
sin fruto, sin verdor,
ni pájaros que canten,
ni sol haya que alumbre
y sólo se vislumbre
la muerte en derredor.

Allá, en sombrío monte,
solar desmantelado,
me place en sumo grado,
la luna al reflejar,
moverse las veletas
con áspero chirrido
igual al alarido
que anuncia el expirar.

Me gusta que al Averno
lleven a los mortales
y allí todos los males
les hagan padecer;
les abran las entrañas,
les rasguen los tendones,
rompan los corazones
sin de ayes caso hacer.

Insólita avenida
que inunda fértil vega,
de cumbre en cumbre llega,
y arrasa por doquier;
se lleva los ganados
y las vidas sin pausa,
y estragos miles causa,
¡qué gusto!, ¡qué placer!

Las voces y las risas,
el juego, las botellas,
entorno de las bellas
alegres apurar;
y en sus lascivas bocas,
con voluptuoso halago,
un beso a cada trago
alegres estampar.

Romper después las copas,
los platos, las barajas,
y abiertas las navajas,
buscando el corazón;
oír luego los brindis
mezclados con quejidos
que lanzan los heridos
en llanto y confusión.

Me alegra oír a uno
pedir a voces vino,
mientras que su vecino
se cae en un rincón;
y que otros ya borrachos,
en trino desusado;
cantan al dios vendado
impúdica canción.

Me agradan las queridas
tendidas en los lechos,
sin chales en los pechos,
y flojo el cinturón,
mostrando sus encantos,
sin orden el cabello,
al aire el muslo bello...
¡Qué gozo! ¡Qué ilusión!

martes, 16 de septiembre de 2008

De porqué los Nombres tienen importancia.


-¿Te llamas?
-Kimihiro Watanuki
-Que se escribe igual que "1 de Abril" en caracteres chinos...¿Cuando es tu cumpleaños?
-Pues...el 1 de Abril.
-¿Siempre les das estos datos a los desconocidos así como así?
-¡Pero si me lo ha pedido usted!
-Si le dices a alguien tu nombre, puede controlar tu alma. Si le dices el día en que naciste, puede controlar tu vida y tu destino.

XXXHOLIC

Mi nombre. Tu nombre. Su nombre. ¿Realmente tienen importancia? ¿Es nuestro nombre una casualidad aleatoria, un producto de la ruleta rusa que es este mundo, o es una marca que nos define y condiciona, como un estigma en nuestra frente?
En este último caso podríamos preguntarnos entonces, ¿mi vida sería diferente con otro nombre?, o lo que es más importante y aterrador, con otro nombre ¿sería yo alguien diferente, una persona nueva?
En este mundo abigarrado de nomenclaturas, de denominaciones donde conceptualizamos cada uno de los procesos que existen a nuestro alrededor, donde damos nombre a todas las ideas, sentimientos, sensaciones y realidades que conocemos, creando trampolines que nos permitan movernos en nuestros estrambóticos razonamientos, podríamos existir como entes si no tuviéramos un nombre que nos definiera? ¿O dejaríamos de existir en la mente de los demás (y por tanto dejaríamos de existir en la realidad que conocemos) al no tener éstos una referencia sobre nosotros, un parámetro de ubicación al que recurrir para situarnos? ¿Nos convertiría eso en una sombra, en algo que "no es"? ¿es nuestro nombre una cadena a la realidad?

Nuestro nombre nos define en el imaginario de los otros, nos permite la entrada al universo particular de los demás, nos da un rol, nos caracteriza, nos ubica y nos condiciona, al condicionar a los demás en la forma que tienen para relacionarse con nosotros; curiosamente no es lo mismo llamarse Juan que Demetrio, ni el nombre de María provoca a todos la misma impresión (aquí podríamos entrar en argumentos teológicos, pero de momento, no lo haremos).
Para mayor complejidad diré que ya no sólo nos condiciona nuestro nombre, este es, el que tuvieron a bien ponernos nuestros cándidos padres, los cuales tuvieron la genial ocurrencia de etiquetarnos a partir de un "me sonaba bien", "era el más bonito" o "mi padre (madre, tío, abuelo,etc, poner el que corresponda) se llamaba así", sino también aquellos diminutivos, apodos o nombres cariñosos que por circunstancias de la vida se van pegando a nosotros como una babosa.
Mención aparte merecen los pronombres posesivos con los que los demás nos designan, pues no solo somos X, somos "su hijo", "su hermano", "su amiga", "su amor. Mio, Tuyo, Nuestro... Ya lo decía el Principito, cuando una flor pasó a ser Su Rosa, y era única entre cinco mil:


El principito se fue a ver las rosas a las que dijo:
-No son nada, ni en nada se parecen a Mi rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes han domesticado a nadie. Son como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Las rosas se sentían molestas oyendo al principito, que continuó diciéndoles:
-Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que Mi rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es Mi rosa, en fin.


Nos definimos a través de los demás pues a pesar de que somos nosotros los que tenemos un nombre son los otros los que lo usan, le dan significado, lo promueven o lo corrompen, lo utilizan o lo olvidan. "Somos" porque somos para alguien, que nos llama por nuestro nombre.

jueves, 11 de septiembre de 2008

De porqué leer forma parte de mi.


Leer, leer, leer,....vivir la vida que otros soñaron...

Para poder hablar del efecto que las palabras producen, antes voy a hablar de mi pasión por leer. Pasión si, devoción incluso, porque leer es abrir los ojos al mundo, dejar que la mente fluya por caminos insospechados, entregándote a la percepción que los otros tienen de la vida.
Los libros han tenido en mi vida un papel muy importante, he adorado cada uno de los libros que he leído, he admirado argumentos y personajes, me he extasiado en la contemplación mental de mundos forjados por desconocidos, he interiorizado palabras, opiniones e ideas que han trastocado mi alma y, por consiguiente, mi vida. Porque todo aquello que leemos modifica, en mayor o menos grado nuestra existencia, nos condiciona y nos moldea.
En toda lectura hay un componente de, digamos, buena voluntad por nuestra parte, con una teórica inocencia (luego ahondaremos en esto), una aceptación, muchas veces inconsciente, de sumergirnos en océanos ajenos, bucear en otra visión, otra realidad, otra forma de conocimiento, sin percibir que con este acto pequeñas ideas se van colando en nuestro pensamiento, reconstruyendo nuestras bases de todo lo que conocemos y abarcamos. Pero como se lleva a cabo este proceso en nuestra estructura neuronal?
Evidentemente no todas las lecturas son igual de provechosas ni modificantes, tampoco podemos afirmar que la complejidad de lo leído provoquen forzosamente una permutación considerable en nuestro sentir a la par que para cada persona el proceso intrínseco es distinto y singular.
El hecho de leer textos eruditos no nos asegura grandes cambios en nuestra conciencia ideológica, y a veces un simple enunciado en un periódico local, puede transformar nuestra realidad pensante hasta límites insospechados.
Si ni la cantidad ni la calidad de lo leído son determinantes para la interiorización de las ideas que leemos, si cada mente codifica los mensajes que percibe de forma propia e intransferible, cómo podemos predecir entonces nuestra capacidad de apreciación ante una lectura determinada?
¿Son nuestros gustos producto de nuestra idiosincrasia, o es esta misma idiosincrasia la que modificada (y manipulada) por lecturas pasadas se mueve como un esclavo ciego impulsada por complejos (y astutos) impulsos de la conciencia para la obtención de saberes compatibles con su ser?

En conclusión,¿elegimos libremente nuestras lecturas?

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Cazando Sirenas: De cómo yo llegué aquí

Aquí comienza este blog, que como casi todos los blogs responde al deseo ególatra de dejar que nuestra voz se oiga más allá de nuestro limitado círculo social, sin importar mucho el hecho de que la mayoría de nosotros en realidad no merezcamos tal honor.
En mi caso, me he decidido, por fin, a dar este paso mediático a razón de que un Amigo últimamente me ha hecho observar, supongo que sin pretenderlo, la importancia que tienen las palabras. Las palabras; tanto las que se dicen (o escriben) como las que no, nos coartan, nos manipulan, nos controlan; nos hacen pensar, sentir, desear, nos accionan, nos detienen, nos llenan y nos vacían. Plantean, cimientan, construyen, obstaculizan, diluyen, destruyen, enseñan e influyen. En resumen generan.
Estamos al servicio de las palabras, pues son ellas las que dan forma a las ideas y aún así es la palabra la que gobierna, la que genera el movimiento, pues una idea sublime expresada sin las palabras adecuadas no vale nada, y al contrario, ideas precarias han sido (y son) consideradas brillantes simplemente por la forma en que se expresaron.
En suma, cambiamos nuestra percepción del mundo a través de la palabra, convirtiendo a ésta en una unidad viva, peligrosa y....decisiva.
¿Por qué Cazando Sirenas? Pues porque las palabras (y las ideas que subyacen) son en realidad como sirenas, entidades que no existen pero que están, producto de nuestra mente arbitraria y subjetiva, imaginativa, irracional y evolutiva. Seres fabulosos a la par que peligrosos, que nos hacen caer en sus redes cuando la melodía que cantan toca nuestra alma. Así son las Sirenas, así son las Palabras.

Dejándome ya de tanta retórica, vuelvo a una vertiente más prosaica y debido a que este blog también responde a mi necesidad egótica de exponer mis pensamientos (y mis palabras) al mundo virtual, por muy anodinos que estos puedan resultar, aprovecharé esta primera entrada para incluir aquí una poesía surgida de mi mente más romántica cuyo título coincide con el nombre de este blog. Prometo eso sí, no extenderme mucho con este tipo de manifestaciones pueriles y ególatras ya que ni soy ninguna poetisa en ciernes, ni pretendo convertir este blog en un cuaderno poético lleno de cursis metáforas sobre la vida y el amor. Pero por esta vez me permito la licencia (más por la gracia de verla escrita que por otra cosa) y en las próximas entradas ya intentaré ser, sino científica, más analítica en mis apreciaciones.

Pues ahí va:

El mar tiene la forma de una sirena
cuando la miro desde esta playa.
El mar tiene la forma de tu cara
cuando no lo miro demasiado,
cuando se me llenan los ojos de sal
y el corazón me pesa por la arena.

Ya no oigo tu voz susurrando entre las dunas
ni escucho la canción de tu esperanza.
Ya no siento el sonido de tu alegría
ni el clamor de tu alma cuando estabas cerca.
Ya solo queda el paisaje de tu melancolía
y en el corazón de esta playa
la pena eterna.

Me llena tu recuerdo y me vacía tu marcha
me surcan tus olas y me arrastra tu mar.
Pero el sol está ahora,
demasiado alto
y yo sé que no puedo estar contigo.

Una hora habrá
para el reencuentro;
Podría ser hoy, podría ser mañana,
está bajando el sol y subiendo la marea.
No sufras amor,
yo espero aquí en la arena
que en lo más profundo de este mar
te encuentras tú,
cazando sirenas.