jueves, 11 de septiembre de 2008

De porqué leer forma parte de mi.


Leer, leer, leer,....vivir la vida que otros soñaron...

Para poder hablar del efecto que las palabras producen, antes voy a hablar de mi pasión por leer. Pasión si, devoción incluso, porque leer es abrir los ojos al mundo, dejar que la mente fluya por caminos insospechados, entregándote a la percepción que los otros tienen de la vida.
Los libros han tenido en mi vida un papel muy importante, he adorado cada uno de los libros que he leído, he admirado argumentos y personajes, me he extasiado en la contemplación mental de mundos forjados por desconocidos, he interiorizado palabras, opiniones e ideas que han trastocado mi alma y, por consiguiente, mi vida. Porque todo aquello que leemos modifica, en mayor o menos grado nuestra existencia, nos condiciona y nos moldea.
En toda lectura hay un componente de, digamos, buena voluntad por nuestra parte, con una teórica inocencia (luego ahondaremos en esto), una aceptación, muchas veces inconsciente, de sumergirnos en océanos ajenos, bucear en otra visión, otra realidad, otra forma de conocimiento, sin percibir que con este acto pequeñas ideas se van colando en nuestro pensamiento, reconstruyendo nuestras bases de todo lo que conocemos y abarcamos. Pero como se lleva a cabo este proceso en nuestra estructura neuronal?
Evidentemente no todas las lecturas son igual de provechosas ni modificantes, tampoco podemos afirmar que la complejidad de lo leído provoquen forzosamente una permutación considerable en nuestro sentir a la par que para cada persona el proceso intrínseco es distinto y singular.
El hecho de leer textos eruditos no nos asegura grandes cambios en nuestra conciencia ideológica, y a veces un simple enunciado en un periódico local, puede transformar nuestra realidad pensante hasta límites insospechados.
Si ni la cantidad ni la calidad de lo leído son determinantes para la interiorización de las ideas que leemos, si cada mente codifica los mensajes que percibe de forma propia e intransferible, cómo podemos predecir entonces nuestra capacidad de apreciación ante una lectura determinada?
¿Son nuestros gustos producto de nuestra idiosincrasia, o es esta misma idiosincrasia la que modificada (y manipulada) por lecturas pasadas se mueve como un esclavo ciego impulsada por complejos (y astutos) impulsos de la conciencia para la obtención de saberes compatibles con su ser?

En conclusión,¿elegimos libremente nuestras lecturas?

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