martes, 28 de octubre de 2008
De la Vida Misma (I). Desvarío.
viernes, 24 de octubre de 2008
Del frío y crudo Invierno.
Vienen tiempos de cambio, de vientos revolviendo nuestros cabellos, de nieve cayendo en nuestra nariz y de lluvia en los cristales. Vuelven los guantes, los gorros y bufandas, el crujir de las hojas secas bajo nuestros pies, el batallar con los abrigos, con las miles de capas superpuestas cada vez que entramos en un local, los paraguas húmedos, la calefacción que no calienta después de estar tanto tiempo de vacaciones, el escalofrío del instante en que te levantas de la cama, el azote cortante en tu cara en el momento en que pones el pie en la calle, y el viento helado que se cuela por tu espalda mientras esperas el autobús.
Todo eso es lo que nos tiene preparado el espíritu del invierno, gélido como el cristal, que ya empieza a extender inexorablemente su manto níveo por las zonas más altas y envía sus caballos blancos de hielo a cabalgar sobre vendavales. Pero aunque el viejo invierno parezca violento y hostil, en realidad no es tan malévolo e implacable como parece porque trae entre sus legiones un carro lleno de pequeños regalos: caldeadas tardes saboreando un café, tazas calientes entre las manos, el suave y cálido roce de una bufanda en la cara, el repiqueteo de la lluvia en el cristal de tu ventana, el sedoso tacto de la nieve, las luces con sabor a navidad y la sublime sensación que recorre tu cuerpo al paladear un chocolate caliente mientras te cobijas bajo una manta en buena compañía y te apretujas contra ella con el deseo de apresar su esencia y su calor.
Si, vuelve el invierno con toda su crueldad, una vez más, para hacernos recordar que el mundo es crudo y hostil y la vida una dura batalla, una guerra fría en la que sobrevivir pero en la que siempre podemos encontrar trincheras donde descansar y son esos momentos de paz, esas pequeñas cosas insignificantes que nos hacen inmensamente felices las que hemos de valorar y sostener en la palma de la mano porque ellas serán...nuestras luces en la oscuridad.
jueves, 16 de octubre de 2008
De la Inteligencia y sus efectos.
En la historia encontramos ejemplos de personajes geniales, de tremenda inteligencia pero que en su mayoría adolecen de graves carencias emocionales, afectivas o psicológicas, a menudo rodeados de extrañas anécdotas donde hacen gala de un carácter, cuando menos, peculiar.
Siempre pensamos que esas extravagancias, esas personalidades atípicas son resultado de su extrema inteligencia, que es su fabuloso mundo interior el que provoca que vean, sientan y se conduzcan en el mundo de manera singular. Pero, ¿y si fuera al revés? ¿y si esos niños hubieran nacido con una tara, con una carencia mental, una terrible deficiencia a la hora de procesar la realidad que pusiera en peligro su supervivencia, y se les hubiera dotado, en compensación, con una inteligencia superior para que así fueran paliados los efectos de tan tremendo error genético?
Grandes genios de la historia han sido etiquetados de locos y se les ha conocido tanto por sus obras como por sus excentricidades y aunque de ellos se nos haya mostrado una faceta de endiablada genialidad, seres que merecen ser inmortales, exquisitamente inteligentes e interesantes, criaturas excepcionales y atrayentes, si indagamos en su trayectoria personal nos encontramos con almas torturadas, mentes débiles con grandes carencias afectivas, hipersensibles y extremadamente susceptibles. Pequeños niños desamparados con cuerpo de hombre y mente de genio. Atrapados en el terrible horror que es saber con certeza lo que realmente somos.
Deberíamos comprender entonces, que todo carece de relevancia, que no hay planos superiores e inferiores. Intentamos siempre milimetrar las situaciones, evaluar la posición en la que nos encontramos realizando comparaciones: somos mejores que, más que, superiores a...Baremamos todo lo que nos rodea con herramientas erróneas porque si ni siquiera podemos evaluar la inteligencia como una característica positiva per se, si lo que nos hace animales "superiores" es fruto del azar o de un burdo mecanismo compensatorio que evita momentáneamente nuestra extinción, si nuestros pensamientos por muy grandiosos que sean no nos hacen especiales y nuestros avances no nos hacen avanzar, ¿no somos todos entonces seres débiles, animales que tienen como gran defecto la irremediable cualidad de poder pensarse a sí mismos y ser conscientes de lo insoportablemente atrapados que estamos?.
La inteligencia se convierte así en la luz que se vierte sobre la realidad e ilumina los contornos de lo que somos, como un gran zoom objetivo que fija y refleja nuestros defectos y limitaciones.
El poder ver el mundo con demasiada claridad, con inteligente comprensión puede comportar una visión excesivamente negativa, desnaturalizada y terrible, que provoca que nos sintamos increíblemente solos y vacíos y nos preguntemos si realmente es una bendición ser animales inteligentes, porque...¿quién desea, aún con ojos de genio, ver el abismo?.
sábado, 11 de octubre de 2008
De perseguir los sueños
Todos tenemos sueños, sueños que forjamos en nuestro corazón con la ilusión de un mañana mejor donde sentirnos protagonistas absolutos de nuestro propio mundo, porque alcanzar un sueño es tener en tus manos las riendas de tu vida y poder decir ¡Ahora sí, ahora lo he conseguido!.
Si, todos anhelamos esa sensación de triunfo, de optimismo, de liberación, el alivio del pellizco en el corazón, pero aun así no todos nos atrevemos a poner en marcha nuestros sueños.
Tenemos miedo, un miedo atroz a todo y a nada, a merced de un ente invisible que nos encadena a lo cotidiano, al día a día carente de significado y vacío de expectativas.
Tenemos miedo, un miedo indefinido y absurdo, paralizador, que nos estanca y que volatiliza nuestros sueños dejando sólo la estela de deseos insatisfechos y fútiles, un recuerdo que se yergue en nuestra mente como una bandera, como un madero en el océano al que asirnos en la soledad de la desesperación.
Hay algunos, afortunados ellos, que rompen sus limitaciones y vencen ese miedo, se lanzan a la vida con el fin único de alcanzar sus metas, construir sus castillos en el aire y ser dueños de su propio destino. Todos queremos ser como ellos, triunfadores satisfechos poseedores de virtudes inaccesibles, soberanos de si mismos, de vuelta de todo, con la seguridad del que ya ha llegado y puede volver a llegar.
Pero el camino a recorrer para alcanzar nuestros sueños no es fácil, en realidad es un erial lleno de espinas punzantes y dolorosas, un viaje lleno de decepciones y de incertidumbres. Pero nada de esto es insalvable salvo una cosa: nosotros mismos. Porque nosotros somos el auténtico enemigo de esos sueños, nuestras vidas parecen cómodas tal y como están, nuestras posesiones suficientes y nuestra infelicidad soportable.
¡Qué fácil es soñar! y ¡qué difícil poner en práctica nuestros sueños! ya que siempre parecemos estar ligados a cientos de compromisos, actos y actitudes que atentan contra nuestra libertad primigenia y en los cuales suele siempre haber un componente importante de absurda irrelevancia.
La mayoría de nosotros, pues, está encadenada a pesadas rocas (esas que todos fingimos saber llevar con estoicismo y orgullo) y no parece haber manera humana de librarse de ellas sin hacer saltar todas las alarmas de nuestra mente creando una imagen fija de cientos de cerrojos que cierran todas nuestras puertas (oh, miedo, instalado como un virus en nuestro cerebro).
Pero siempre llega un día, tarde o temprano, que te levantas por la mañana, te miras al espejo y no reconoces lo que ves, no sabes quién es ése que te mira con la mirada vacía, ni porqué tiene esa cara de acabado, de carcomido por la vida, y entonces te das cuenta de que esa máscara impávida es la tuya, que ese ser anodino eres tú, que te has hecho mayor, estás más viejo y más cansado y te preguntas donde está el adolescente que se iba a comer el mundo, lleno de ideas magistrales y sueños de triunfo.
Y en ese momento, justo en ese, te maldices a ti mismo por tu mediocridad y mientras examinas las bolsas que se forman bajo tus ojos, rezas para que no sea demasiado tarde y puedas volver a andar por el camino de baldosas amarillas.
jueves, 9 de octubre de 2008
De cine: Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Sitges
Llevo doce años asistiendo al Festival y he de decir que de una u otra forma siempre ha sido una gran experiencia. No formo parte de la organización ni estoy vinculada a ninguna asociación u organización del mundillo audiovisual, soy sólo una espectadora más, apasionada del cine en general y del terror en particular y en cambio el Festival siempre ha tenido para mi una influencia mágica. A nivel personal me ha pasado de todo, he conocido gente, he reído, he llorado (y mucho además), me han regalado entradas en momentos críticos, he pasado frío y me he calado hasta los huesos en interminables y larguísimas colas, he visto montones de famosos, he sido objeto de miles de casualidades e incluso en una ocasión llegué a descubrir a la luz tenue de una proyección que la persona que me acompañaba no podría ser nunca el hombre de mi vida (¿pero eso existe?).
En definitiva he vivido (y vivo) el Festival con gran intensidad, para mí está lleno de recuerdos inolvidables, de grandes momentos, y evidentemente de fantásticas películas.
Este año he podido disfrutar de Martyrs de Pascal Laugier, un film que se autoafirmaba como la película más brutal de la edición, cargada con balas de desgarradora violencia, con imágenes duras de digerir, pero a mi parecer, inteligentes y paradójicamente bellas. El Festival además se ha encargado de rendirle homenaje revistiéndola de un halo de intriga y morbosidad, colocando una ambulancia en la puerta del recinto abduciendo los posibles riesgos de la visualización del film, una campaña de marketing bien pensada que le da un tono teatral muy afín al formato original de perturbada diversión que seguía hace unos años el Festival. Lo mejor del film para mi, el fondo negro final a modo de epílogo donde podemos ver el significado etimológico de la palabra Martyrs, y que redondea magistralmente toda la trama.
En suma, disfrutar de Sitges siempre es interesante y placentero pero si además tiene lugar el Festival la experiencia puede llegar a ser fascinante y cautivadora. Id, disfrutad de la experiencia y dejaros arrastrar por la magia...(creed, creed, malditos!).