viernes, 24 de octubre de 2008

Del frío y crudo Invierno.

Ya ha llegado el frío y nos ha pillado a todos desprevenidos, con la guardia baja y la idea preconcebida de que el invierno no iba a llegar nunca, haciéndose de rogar, hasta hacernos pensar que este otoño no existía y que el verano podía perdurar para siempre. Y ahora llega este frío, tardío y traicionero, desperezándose en la madrugada, avanzando perezosamente hasta mediodía, haciéndonos sentir en los huesos, malacostumbrados a los cálidos rayos de agosto, su frío aliento.
Vienen tiempos de cambio, de vientos revolviendo nuestros cabellos, de nieve cayendo en nuestra nariz y de lluvia en los cristales. Vuelven los guantes, los gorros y bufandas, el crujir de las hojas secas bajo nuestros pies, el batallar con los abrigos, con las miles de capas superpuestas cada vez que entramos en un local, los paraguas húmedos, la calefacción que no calienta después de estar tanto tiempo de vacaciones, el escalofrío del instante en que te levantas de la cama, el azote cortante en tu cara en el momento en que pones el pie en la calle, y el viento helado que se cuela por tu espalda mientras esperas el autobús.
Todo eso es lo que nos tiene preparado el espíritu del invierno, gélido como el cristal, que ya empieza a extender inexorablemente su manto níveo por las zonas más altas y envía sus caballos blancos de hielo a cabalgar sobre vendavales. Pero aunque el viejo invierno parezca violento y hostil, en realidad no es tan malévolo e implacable como parece porque trae entre sus legiones un carro lleno de pequeños regalos: caldeadas tardes saboreando un café, tazas calientes entre las manos, el suave y cálido roce de una bufanda en la cara, el repiqueteo de la lluvia en el cristal de tu ventana, el sedoso tacto de la nieve, las luces con sabor a navidad y la sublime sensación que recorre tu cuerpo al paladear un chocolate caliente mientras te cobijas bajo una manta en buena compañía y te apretujas contra ella con el deseo de apresar su esencia y su calor.
Si, vuelve el invierno con toda su crueldad, una vez más, para hacernos recordar que el mundo es crudo y hostil y la vida una dura batalla, una guerra fría en la que sobrevivir pero en la que siempre podemos encontrar trincheras donde descansar y son esos momentos de paz, esas pequeñas cosas insignificantes que nos hacen inmensamente felices las que hemos de valorar y sostener en la palma de la mano porque ellas serán...nuestras luces en la oscuridad.

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