lunes, 30 de marzo de 2009

De Perderse.

Cuando conoces a alguien encantador, alguien que te apasiona y te cautiva con su presencia en el plano adormecido del inconsciente a veces ocurre que te sientes diminuto, incompleto, falto de ese algo que te haría ser poseedor de un billete de ida hacia su corazón. Y una sensación inaudita de mejorar crece en tu interior. Quieres ser el mejor, el más alto, el más guapo, el más inteligente, él más gracioso y encantador. Hecatombe que revoluciona tu alma, cataclismo de emociones que arrastras allá donde vas. Y te sientes indefenso, frágil, vulnerable, pierdes la confianza en ti mismo y te propones unas metas irrealizables con el fin de perseguir tu sueño y llenar su retina y su cerebro únicamente con tu ser, buscando esa idolatría recíproca que tu corazón ansía y tu mente necesita.
Y deseas con toda tu alma ser otra persona, ese OTRO que tu mente ha ido gestando, esa proyección realizada con las más altas cualidades que hemos ido construyendo para conseguir, quizá, una fugaz mirada suya.
Y mejoramos, y nos convertimos en otra persona, una persona distinta, más capaz, más atractiva, con más recursos, con más iniciativa, con más paciencia. Pero a la vez más voluble, más cínica y asustada, sumergida en la marea de personalidades en la que te has convertido, nadando entre fragmentos de realidad que se superponen y se funden, perdida entre los pliegues de tu nuevo yo.Dormida, fragmentada, inconexa. Exhiliada al mundo de las sombras y la soledad. Estar sin estar, dormir sin despertar. Suplantada. Por una versión mejorada de ti misma, por una identidad que no es la tuya, por una...extraña?