domingo, 21 de diciembre de 2008

De las Incongruencias

En nuestras relaciones con los demás tendemos a hacer dos valoraciones primordiales y simultáneas: una general en la que establecemos quién es esa persona, qué es, que relevancia tiene para nosotros y que podemos esperar de ella. Paralelamente hacemos un análisis menor, en detalle, de lo que piensa, dice, actúa y siente.
Así pues, la valoración general, la idea que tenemos del otro, se irá modificando y estructurándose paulatinamente gracias a este segundo análisis, minucioso y en ocasiones inconsciente. A medida que avanzamos en la relación añadimos algunos datos, borramos otros, incrementamos la información, evolucionando y revolucionando sin descanso. En fin, encajando piezas.
Pero, ¿qué pasa cuando encontramos incongruencias? ¿Qué pasa cuando la actuación del otro, o incluso el discurso, presenta facetas inexplicables? ¿Qué ocurre cuando hay algunas piezas del puzzle que no encajan? ¿Qué hacemos cuando lo inexplicable es precisamente eso, inexplicable?
Porque, ¿cómo abordar lo que es una intuición, un dato descolocado, un vacío en la información que el otro nos proporciona, una brecha en nuestra comprensión?
¿Somos nosotros los que hemos hecho una mala inferencia de la situación, un razonamiento equivocado que nos ha llevado inevitablemente a la incongruencia o es el otro el que ha ocultado información o ha engañado nuestros sentidos?
Nos encontramos ante un dilema que acabará previsiblemente en una mala conclusión: o somos nosotros los equivocados o nos han engañado. En este último caso, además, deberemos tener en cuenta que en realidad ni la mentira es relevante ni el hecho grandilocuente y que tendemos a dramatizar de que nos mientan es trascendental, sino que lo que verdaderamente es significativo es el motivo de la mentira.
Se rompen, en cualquier caso, los diques de la confianza, de la amistad, del amor. Se cierran las compuertas de la sociabilidad, se prepara la artillería y con las defensas alzadas y el corazón en un puño nos sentamos a pensar una estrategia. Los más valientes se acorazan pertrechados tras el muro de la distancia, a caballo entre la desconfianza y la voluntad de recobrar lo perdido. Los cobardes abandonan.
Yo me niego a abandonar, a dejar el puzzle inacabado. Me niego a conformarme con no entender, a vivir en la ignorancia, porque toda incongruencia tiene un trasfondo, toda mentira un motivo, una historia, y ese hecho forma parte también de la otra persona. Una pieza más del rompecabezas que podemos incluir en la imagen que tenemos del otro y que nos impulsa a resolver el enigma, aunque esto nos lleve a derramar las lágrimas más amargas que existen: las de la traición.

1 comentario:

javi dijo...

mu bien este articulo , la verdad que como dices hay que luchar siempre y no ser cobarde pero cuando ves tantas cosas que no cuadran te desanimas , porque sabes que esa persona te fallara o te esta fallando

pero bueno lo importante es tener ideas claras y el tiempo dice las cosas jeje un besito