martes, 2 de diciembre de 2008

Del Amor y otros Demonios (I)

"Ay, Amor, perjuro falso traidor.
Enemigo de todo lo que no es mal;
desleal, al que tiene ley contigo,
falso amigo, al que te das por mayor;
Ay, Amor, perjuro, falso, traidor"

Si hay mil formas de amar, ¿por qué englobamos con un solo nombre los distintos tipos de amor? ¿Por qué sólo tenemos una palabra para un sentimiento tan complejo? Cierto que en nuestro vocabulario también encontramos el aprecio, el cariño, la pasión...incluso en otro orden (aunque no tan lejano) la lujuria y el deseo. Aun así son sólo vocablos para determinar la intensidad del sentimiento amatorio de manera muy rústica e indefinida, en cambio no tenemos palabras que determinen o especifiquen el tipo de carga emocional de la que se compone el Amor.
Si tenemos en cuenta que, por ejemplo, existen muchas más palabras para definir la tristeza (melancolía, aflicción, pesadumbre, nostalgia, pena, desconsuelo, amargura, etc.) poniendo a nuestra disposición un amplio abanico de expresiones que no solo mudan en intensidad sino en matices intrínsecos para ajustarse en lo posible a nuestro sentir, ¿significa esto que el ser humano conoce mejor este sentimiento?¿necesita más palabras para lidiar con la tristeza o tenemos tendencia a mitificar el amor, a quedarnos sin palabras (porque no las hay, porque no queremos que las haya) para definir lo que sentimos cuando el corazón y el pensamiento se nos llenan de otra persona?
Una vez que el cariño va un poco más allá lo convertimos automáticamente en Amor. Pim Pam. No nos paramos a pensar en la magnitud de lo que sentimos que se traducirá posteriormente en la duración, la relevancia y la veracidad de los sentimientos. No, no nos paramos a pensarlo.
Así un día nos levantamos y nos preguntamos "¿Qué es esto que siento?...es algo singular...un cariño especial...¿qué es?". Entonces buscamos en los procesos habituales de nuestra mente, no muy versada en estas lides porque ella está ahí para pensar sobre tangibilidades no sobre ilusiones perentorias que no figuran en su base de datos, así que nos dirigimos al corazón al que no conocemos de nada (no es un gran conversador) pero que nos palpita como un pajarito y canta la única canción que conoce, pues no tiene cerebro. Y llegamos a una conclusión..."Será Amor, entonces." Pues será. Y nos vamos tan contentos como un niño con zapatos nuevos...
Quizá sea mejor así, quizás la supervivencia del ser humano requiera que no tengamos demasiada visión al respecto, que nos enamoremos del Amor con mayúsculas, de la idea, de la palabra mágica que invoca remotas maravillas por descubrir, sensaciones de cuento y promesas de éxtasis. Ilusiones que se hacen realidad y sacan fuerzas de flaqueza, pasiones y esperanzas destiladas en un solo concepto que nos suena tan y tan bien...
Sí, quizás si pudiéramos baremar el Amor, si pudiéramos identificarlo con más precisión, anotando todas las variaciones, diferenciando las aristas; si pudiéramos calibrar las repercusiones, los niveles, midiendo los grados con la precisión de un tubo de ensayo e incluso infiriendo la categoría amorosa en la que nos circunscribe el ser amado posiblemente nos sentiríamos muy solos. Será mejor entonces vivir en la inopia, conviviendo con esta homogeneidad lingüística autoinducida con el fin de asegurarnos que el objeto de nuestros deseos sentirá (o dirá sentir) lo mismo que nosotros. Será Amor. Pues será.

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